De médicos y robos

Ayer fue un día tirando a anodino a excepción de la estupenda comida que nos metimos entre pecho y espalda en un tepanyaki cercano. Todo cocinado delante de nuestros ojitos, de una calidad estupenda y por un precio bastante razonable de 10 euros (una fortuna aquí). El día de hoy, sin embargo, ha empezado temprano porque tenía que ir a la otra parte de la ciudad a hacerme el reconomiento médico que se requiere para que te den el permiso de residencia. El trayecto se ha compuesto de un viaje en taxi, recorrerme casi entera una línea de metro y otro viaje en taxi. Afortunadamente llevaba "Cometas en el cielo" para entretenerme. En el centro médico me han puesto una batita y me han hecho pasar por diferentes habitaciones en las que me hacían pruebas. Tras el pago correspondiente me han mandado para la salida y taxi-metro-taxi para la residencia. En el centro médico me he sentido como parte de una cadena de montaje, iba de un sitio a otro siguiendo las instrucciones de diferentes enfermeras, poniendome en la cola tras otros extranjeros que iban a lo mismo, pasando por las manos de médicos que analizaban y observaban los mismos detalles de forma mecánica. Si hubiesen sido máquinas no hubiese notado la diferencia, y en ese discurrir me ha dado por pensar en lo ridículas que son a veces algunas de las cosas que hacemos y en el poco control que tenemos en algunas ocasiones de nuestra vida. Pero eso es otro tema.

Por la noche, después de cenar, hemos ido al piso de Emilio, uno de los becarios del 2007 a buscar unas cosillas que tenía para darnos. De hecho el ya no está y nos ha dejado las llaves; hemos entrado como ladronzuelos a recoger almohadas, papeleras, material de escritorio, maletas, bolsas... Variadas cosas que nos permitirán sobrevivir sin gastarnos un duro. De ahí la horrible foto de hoy, chatarrero total.

Hasta mañana.