Miro a mi alrededor, la máscara está encima de la mesa, las tarjetas a su lado, inservibles, invisibles para tantos. Cada día cojo ambas cosas y salgo a la calle y busco esa nota que me permita avanzar en la escritura, reparto las tarjetas en las que pido que alguien me de una pista que me lleve a descubrir que es lo que falta. Mi uniforme, el único que tengo, sigue en buen estado pero más pronto o más tarde necesitaré uno nuevo. Y necesitaré que tú me acompañes, ya sabes que nunca he ido a comprar nada sólo, al menos, nada importante. Aunque hace tiempo que ya no vienes conmigo, que ya no estás ahí, todavía tengo la esperanza de que vuelvas a ser tú, que vuelvas a venir de compras, que me des alguna pista de la melodía que tenemos que tocar, que tu espíritu amistoso reviva y restablezca muchas de las cosas que tenía(mos).
Aquella melodía que escribí, aquel argumento vagamente esbozado no contaba con que tiempo después faltarías tú, una parte importante de mí mismo. No contaba con que me hubieras dejado aquí convertido en algo que no soy, asustado por todo lo que me rodea, incapaz de decir hola ni adiós. Supongo que ahora mismo ésto sólo puede funcionar como despedida, pero si estás ahí, si queda algo de tí ahí dentro, vuelve, saluda, sonríe, siente que está bien o que está todo mal, pero hazlo, sin miedo al riesgo y a las consecuencias como cuando escribimos juntos esa canción que nos llevó lejos. Varios meses me ha llevado perderte, espero no necesitar otros tantos para que vuelvas.
El viento en la cara, todo a medio gas, la oscuridad y los lobos pasando, con mi máscara y mis tarjetas me voy un rato al bar. Un par de copas, algo que me ayude a dormir a los fantasmas que vienen a por mí. Y sigo esperando, día tras día, pero poco a poco me quedo sin fuerzas...
Mañana, buscando grietas...
