Seguimos de vacaciones, viendo como los días se suceden, unos con sol, otros con lluvia, los más con un frío soportable. Son días en los que no tenemos demasiadas ganas de hacer cosas y eso que la lista de temas pendientes podría ser muy, muy larga. En estos días la cantina de la escuela funciona a pedales y solo encontramos comida a mediodía (y a veces ni eso). Toca apañarse y salir del campus en busca de algún restaurante en el que comer y cenar; y dado que estamos intentando restringir el gasto (la semana que viene ya gastaremos en Tokyo), algunos días intentamos comer en la escuela tirando de provisiones que tenemos guardadas en los armarios.
La lavandería de la escuela no funciona y he llevado tres o cuatro prendas a la tintorería del Carrefour para que me las laven y me las pueda llevar. Me he tenido que pelear un poco con las chicas de la tintorería porque me decían que hasta el domingo no estarían y no puede ser, yo las necesito para el sábado. Al final me han dicho que el sábado por la noche y espero que estén porque no me fío ni un pelo.
Hoy me levantado con ganas de andar y el día se ha despertado con ganas de llover, acabando con mis ganas y mis planes. Con ese panorama, me he vuelto a la cama y he cerrado un rato más los ojos. Una hora después ya sí que me he levantado y he seguido con el repaso al libro de Cost Accounting. Me tengo que forzar a hacer cosas porque las vacaciones me quitan toda la energía posible y aunque tendría que estar mirando Internships o investigando las universidades para el Exchange, mi poca claridad de ideas me está dificultando demasiado esa misión.
Sobre las doce me he encontrado con el resto de la Spanish Gang (básicamente, los que vamos a Japón) para ir al banco. Teniamos que ingresar el dinero de los billetes de avión en la cuenta de la esposa de un compañero de MBA. ¿Y por qué?, os preguntareis. Pues porque este pais todavía tiene ciertas restricciones técnicas que impiden que los extranjeros compremos cosas con una tarjeta VISA extranjera. La única forma de adquirir los billetes era que los pagase un chino con una tarjeta local, y le pedimos el favor a Arthur, un compañero de grupo de Antonio. Amablemente, su mujer hizo la transacción para que pudieramos viajar.
Después del banco hemos ido a comer a un restaurante cercano. Era un chino bastante decente, no es el típico para turistas, pero tampoco es el típico regulero de barrio. Hemos comido cosas habituales (ternera, fideos fritos, dumplings) porque no estamos para estómagos de pato ni ojos de vaca. Breve sobremesa pues el restaurante cerraba a las 2 y de vuelta a la escuela.
Tras la siesta, aquí estoy de nuevo delante de los libros, pensando en lo que tengo que hacer y deseando no tener que hacer nada. Voy a ver dos capítulos más de Smallville (extrañamente, estoy enganchado a la octava temporada) y el tercero de Perdidos.... Sí, ya sé que tengo cosas que hacer, pero ya las haré mañana.
Escuchando: 'A dustland fairytale' de Killers.
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